martes, 2 de noviembre de 2010

El asiento K






Cristales Rotos


Alguna vez me rompí como el cristal se rompe,


como el corazón se rompe,


como nos rompemos cuando perdemos a un amigo.






De esa forma me rompí y me deshice en trozos cortantes


y herí.


Cortar cuando uno se hace añicos es lo más cobarde.


Esperar que el amigo vuelva.


Desesperante.


Alguna vez me rompí como el cristal se rompe,





como el corazón se rompe,





como nos rompemos cuando perdemos a un amigo.


No volví a recomponerme.


Soy miles de cristales rotos desparramados por el suelo.



I.M.G.



Un día leí un cuento, de Ana María Matute, llamado El niño al que se le murió el amigo, desde entonces vive conmigo:




El niño al que se le murió el
amigo


Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla.
Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:

_El amigo se murió. Niño, no pienses más en él y busca otros para
jugar.

El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos
y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí
estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que
ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella
muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.

_Entra, niño, que llega el frío _dijo la madre.

Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en
busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj
que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en
el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche
casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos.

Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y
pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no
sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La
madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto
ha crecido».

Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

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Fue lo primero que leí de esta gran escritora, (el asiento K de la R.A.E), que sigue siendo niña para no perderse en un proyecto de mujer.


Me sigue pareciendo un cuento tan fantástico que aún me rompo como el cristal se rompe cuando lo releo y soy incapaz de terminarlo sin sentir ese vacío que siente ese niño. Y me asomo al pozo y veo los juguetes tirados al fondo y trato de sacarlos lanzando un cubo atado a una cuerda.
Y no llego.
Y me desespero.
Y fue una larga noche que me llenó de polvo el alma.
Y me rompí como el cristal se rompe,
como el corazón se rompe cuando perdemos a un amigo.
Y me compré un vestido largo.
Y te seguí buscando.

Yo no me rendí.

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Algún día, en la madurez de mi niñez, espero poder decir, como ella:

"El sufrimiento me ha marcado la cara, pero también la risa me ha dejado arrugas"

o esa que dice:

"Estoy con un libro que tenía aparcado, y luego en la cabeza tengo muchos, no sé si me quedarán años para escribirlos"





Ana María Matute




I.M.G.











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