miércoles, 1 de diciembre de 2010

Soy feliz cuando te recuerdo

Soy feliz cuando te recuerdo.
Hace unos días me encontré esta frase enmedio de una gran parrafada. Estaba leyendo un artículo literario en una revista digital. No sé si era el título de un libro o de un poema o tal vez de una canción, pero la repetí en voz alta, pausadamente. Soy feliz cuando te recuerdo.

Seguí con mi monotonía contable y dejé la frase aparcada en un block de notas de tapas blandas. Rojas. Conciliación bancaria. Presupuestos. IVA. Toda una mañana de asientos maratonianos y cierres. Y después la frase: Soy feliz cuando te recuerdo. ¿Quién me hace feliz cuando lo/la recuerdo? Y se me aparece una cara. Y luego otra. Y una sonrisa. Y unos ojos. Y una voz. Y una carcajada. Y una canción. Y una frase. Y una mala pronunciación de mi nombre. Y una risa suspendida en el tiempo, en el aire, en la vida. Y tú. También te me apareces tú.

Y en un naufragio de números me agarro al salvavidas literario de nuevo, justo antes de que suene la campana, justo antes de la hora de comer, y entro al blog de Enrique Páez siguiendo no sé qué instinto y buscando no sé qué cosa para evadirme de cierto hastío numérico y ahí está de repente esa entrada que me dice: Soy feliz. Y la recorro con ojillos hambrientos, de arriba a abajo y de lado a lado, y sonrío y te recuerdo y asiento y añado: Yo también.

He aprendido a obviar. Obvio. Obvio lo malo. Lo extraño. Aquellos recuerdos que no son tú. Aquellas tristezas en las que también podría encontrarte. Aquellos días en que no te conocía. Obvio lo que no me hace feliz cuando te recuerdo. Olvido. Obvio.

Releo la entrada de Páez y comparto la certeza, el descubrimiento, la epifanía: Soy feliz.

Un jefe malhumorado aparece por la puerta, resopla como un huracán, despeina las mesas, vocifera como un barco encallado, y se hunde y resurge y la luz del faro lo señala y lo traspasa y yo soy feliz. Soy feliz porque no me importa. Porque este momento, sentada en una mesa de oficina no soy yo. Soy mucho más que esto. Y entonces te recuerdo. Y soy feliz de nuevo. Aquí. Sentada.

A veces siento que tengo que marcharme, que tengo que volver, que he de retroceder, que en la esquina de aquel viaje un puente se rompió y dejó que el río se lo llevara, pero luego amanece y el puente sigue allí, tan firme como el de Carlos, con la catedral San Vito al fondo. Y vuelvo a Praga. Y sigo adelante. Y soy feliz.

Y te encuentro en cada esquina de este blog y en las sutilezas de los que leo. Y cuento una fila de dientes blancos, de leche, que escuchan ecos de primeras palabras. Y recuento fotografías, una tras otra, en papel, en formato digital, en la cámara, aún sin volcar. Y repaso mi armario: abrigos largos, cortos, bufandas, cajas llenas de Christmas, y de cartas recibidas y de cartas no enviadas, y de diarios de un ayer y otro y otro. Y en los cajones, entre los pijamas, un cuaderno en blanco, un dado de madera con olor a fresa que responde a mis preguntas: Sí. No. No sé.

Un regalo tras otro. Cumpleaños. Santos. Navidad. Reyes. Un día cualquiera.

Tus ojos mirándome y diciéndome todo eso que los labios no me cuentan.

Una estantería llena de libros. Un coche azul polar. Una ventana abierta. Un viaje. Una excursión. Una boda. Un funeral. Una película. Lágrimas. Las primeras palabras. Ica. Ziza. Tita. Lela. Mamá. Papá. ¿Vale? Vale.

Una bicicleta. Unos patines. Un globo azul que se eleva. Se eleva. Explota. Lluvia de confetti. Campanadas de Año Nuevo. Deseos. Y apareces tú.

Y soy feliz cuando te recuerdo. Soy feliz cuando te vivo.

Y tu mano aprieta con firmeza uno de mis dedos. No me suelta. Tu altura no sobrepasa mis rodillas. Y tus ojos me miran desde arriba. Y tu sonrisa evoca, frente a frente, la mía.

Y no me dices que me quieres, pero lo piensas. Y no nos vemos desde hace tanto.

Y nos vemos a diario.

Tú tan alto. Tú tan bajita. Tú tan cariñoso. Tú tan lista.

Tú tan cerca. Tú tan lejos. Tú aquí y ahora.

Tú con bata blanca. Tú con babero de jardín de infancia. Tú con vestido. Tú con vaqueros.

Tú con tus rizos.Tú con tus babas.

Tú con tu pelaje blanco y negro.

Tú con ese andar inquieto.

Tú con tus ojos claros.Tú con tu mirada oscura.

Tú con todo lo que dices y con todo lo que callas.

Tú que te dejaste apretar la mano y que no te despediste.

Tú que siempre estás conmigo.

Tú que te manchas la pechera al comer.

Tú que presumes frente al espejo.

Tú que eres feliz cuando me recuerdas.

Tú.

Y montones de papeles se acumulan en mi mesa, infinitos números esperan ser introducidos en una hoja de cálculo, esperan que opere con ellos, que encuentre la fórmula perfecta, que los asiente en un programa contable. Y recibo una llamada y la contabilidad se impacienta.

Series. Canciones. Conciertos. Playa. Campo. Columpios. Chorraeras. Juguetes. Guantes marrones. Videos. Un LP. Una guardería. Una cocina. Una salita. Una estufa. Un musical. Una oficina frente al puerto. Un trivial sobre el suelo de una habitación y varias caras atentas al dado. Sale el rosa: Espectáculos.

Le doy al intro e introduzco la clave. The Show must go on.

Soy feliz cuando te recuerdo.

Soy feliz.

I.M.G.

7 comentarios:

  1. Y sabes transmitir esa felicidad con tus palabras, Isa.

    Un besín
    L;)

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  2. Ayer estaba un poco cursi. Ya sabes que suelo reprimir estos impulsos "cúrsiles", pero me apeteció, simplemente.
    Estos días finalizaré las crónicas del festival. Creo que me faltan dos solamente.

    "Senkiu"

    Besitos

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  3. A veces una frase, un algo que ni siquiera se puede tocar nos puede deparar unos segundos de intensa felicidad, como si nos hubieran dado la formula mágica para entender todo, ahí está la formula "soy feliz cuando te recuerdo"...

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  4. Cierto. Soy feliz cuanto te recuerdo... ;-)

    Besitos

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  5. La verdad es que "soy feliz cuando te recuerdo" es una gran frase.
    Pero igual podría coger muchas más de tu texto.
    No conozco mucho la literatura de Jane pero ahora que he descubierto este blog gracias a unos pololos, me encantará saber más cosas de la literatura de Isa.

    :)

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  6. Inma.... (joooo)

    Noe, encantada de conocerte, llevas el nombre de una de mis mejores amigas, y tus vibraciones al llegar a este, mi lugar, son las mejores. Presiento, como decían en una vieja película, que este es el comienzo de una gran amistad.
    Gracias. Y gracias a MariCAri, porque de alguna forma, ella nos ha presentado.

    Un besito, de otra pololera :-)
    Isa

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