viernes, 6 de junio de 2014

VOLVER A BAILAR (Finalista del XIV Certamen Dime que me quieres - Málaga)

El pasado mes de Mayo, resulté finalista en el XIV Certamen Dime que me quieres organizado por el Ayuntamiento y las Bibliotecas de Málaga, con el relato VOLVER A BAILAR. 

Dicho relato fue publicado el pasado día 4 de Junio en el blog de Punto y seguido escritores, y os adjunto el enlace para quien esté interesado en leerlo. Por supuesto, son bienvenidos todos los comentarios que queráis hacerme llegar. 


ISABEL MERINO GONZÁLEZ
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VOLVER A BAILAR. 


A Patri, 
… ella sabe

Málaga,  27 de Enero de 2014


Querido hijo,


         La calle no había estado tan animada desde las antiguas verbenas de San Juan. Me divertía saludar a los vecinos que hacían cola en la puerta de la casa de Matías. Todos octogenarios. Buenos días. Buenos días. Buenos días. Y así, hasta quince antes de doblar la esquina y subir la cuesta de los Dolores donde a esa hora siempre había alguien que preguntaba qué se vendía en esa casa. Ya había escuchado varios disparates al respecto, que si era un prestamista, un contrabandista de tabaco, etc. ¡Qué locura, a su edad y con unos valores tan firmes!, respondía yo. Pero sentía curiosidad, Francisco. Por eso la mañana del dos de enero, cuando más fuerte caía la lluvia, cogí el paraguas de tu padre, guardé prudentemente la cola, y entré en esa casa a ver qué se cocía allí.


O si prefieres leerlo en el blog de Punto y seguido escritores: PINCHA AQUÍ

lunes, 12 de mayo de 2014

MIS FERIAS DEL LIBRO

Este año se celebra la 44 Edición de la Feria del Libro de Málaga. Su ubicación vuelve a ser, como el año pasado, en El Palmeral de las Sorpresas en el Muelle 2.

Dicen los entendidos en ubicaciones estratégicas que ha sido un éxito el cambio, lo que menos importa es la tradición, y que las ventas de los libros se han multiplicado. Los libreros no están muy de acuerdo con las cifras, pues para ellos siguen siendo negativas, pero el enclave es perfecto, dicen, porque la gente ahora pasea por aquí y no por el parque. 

Yo era una de esas que desde pequeña paseaban por el parque e iban al encuentro de sus libros favoritos en las casetas que se montaban anualmente por estas fechas. Ahora paseo por el Palmeral buscando encontrar lo mismo. Aprecio el cambio, sin duda. El nuevo enclave es perfecto. Ahora, mientras echo un vistazo a las últimas novedades, a las viejas ediciones, y me pongo en cola para  que me firmen algún ejemplar, puedo ver el mar y no sólo olerlo. Sin duda, en estética hemos ganado. Observo la hilera de casetas blancas. Son  menos de las que quisiera. Y es cierto que la gente pasea, y se acerca, y pregunta algún precio, pero también es cierto que la mayoría se aleja sin un libro en sus manos, ni una creciente ilusión en sus ojos. Se asoman al nuevo escaparate, olisquean la brisa del mar, y siguen hacia adelante, como si la Feria del libro, no hubiera pasado. 

PAT Y PILAGÁN (1981)

Sólo puedes comprar un libro, así que elije bien. Mi padre me lleva de la mano a través del paseo del parque. Yo voy al trote. Ir a la Feria del Libro es como ir a La Cabalgata de Reyes. Hemos aparcado el coche junto a la Aduana. Es un edificio inmenso y gris y mi padre dice que hasta ahí llegaba el mar no hace mucho. Me quedo pensando y pregunto: ¿Y yo había nacido? No. ¿Y mamá había nacido? No. ¿Y tú? Tampoco. Entonces, sí que hace mucho. Me agarra fuerte de la mano y cruzamos. Huele a caca de caballo. Me tapo la nariz. Entramos en el parque de Málaga y mi padre me pregunta que por dónde quiero empezar. En vez de mirar los puestos repletos de libros miro a las palmeras. Son altísimas. Interminables. El viento  mueve sus hojas. Y más arriba, el cielo gris como la Aduana.  Tengo que darme prisa porque si empieza a llover cerrarán las casetas y no podemos venir otro día porque papá sólo descansa los domingos. Tiro de él hasta el primer puesto. Los libros para niños siempre están en una esquina, mi padre me aúpa y miro las portadas y después los títulos. No puedo comprarme un libro en el primer puesto en el que nos paramos porque entonces no veríamos el resto. ¿Para qué?, preguntaría mi padre, ya tienes uno, y no vamos a comprar más. Pero es que  a mí me gusta verlos todos. Y tocarlos. Y olerlos. Nos abrimos paso entre la gente y seguimos hasta el segundo puesto, y después vamos al tercero, al cuarto, y ya he visto al menos tres que me pueden gustar. Papá me señala un par de ellos y me dice: Esos parecen bonitos. No, digo con la cabeza. En realidad estoy esperando que el libro me llame. Pienso, y no se lo he dicho a papá, que son ellos los que te escogen. Empieza a chispear y nos acercamos a la penúltima caseta. Ya sé cuál quiero, digo. Señalo uno que sobresale entre el resto, en la portada un niño abraza a su perro. Yo siempre he querido un perro. No sé cuánto hay de elección por mi parte y cuánto de elección por parte del libro, pero es el que más alto ha gritado de entre todos. ¡Yo, yo, yo! Mi padre lo coge y lee el título en voz alta: Pat y Pilagán. ¿Estás segura? Sí, digo. Papá le da el dinero al librero y rechazamos la bolsa porque quiero llevarlo en la mano. Cuando llegamos al coche empieza a llover. Papá arranca y yo leo en voz alta: El día en que Pat y Pilagán debían encontrarse, el hijo del cazador tungús Leonid Vichun regresaba de la escuela con Vovka, su amigo ruso.


ORGULLO Y PREJUICIO, EL MOLINO JUNTO AL FLOSS Y LOS NOVIOS. (1989)

Me detengo en uno de los puestos, a la altura de la Aduana. Aunque hace fresco, el día es luminoso y el sol se filtra entre las hojas de las palmeras. Hasta aquí llegaba el mar antes, le digo al librero. Está esperando que le diga qué libro quiero. Parece impaciente porque tamborilea los dedos sobre un ejemplar de Madame Bovary. Podría haber sido cualquier otro libro, pero es justamente ese en el que se detiene a tamborilear su impaciencia. Niña, hay un montón de gente esperando. ¿Te acuerdas del título o no? No, no me acuerdo, le digo. Me dirijo al siguiente puesto. Y al otro. Y al otro. Hay tanta gente en el paseo del parque que parece el mercadillo de los domingos. Me detengo en un puesto que tiene ofertas. Libros a doscientas pesetas. Puedo comprar dos y me sobra para volver en autobús a casa. Las portadas no son muy llamativas y las tapas son tan blandas que sólo con mirarlas se doblan las esquinas. Leo las contraportadas de algunos y voy reservando los que me parecen haberme llamado. ¡Yo, yo, yo! Al final me decido por: Orgullo y Prejuicio, El molino junto al Floss y Los novios. Si te llevas los tres te hago descuento, dice el librero. De acuerdo, digo. Con los tres libros en una bolsa atravieso la ciudad a pie hasta llegar a mi casa. ¿No has cogido el bus?, pregunta mi madre. Le muestro la bolsa y una mueca en mi cara. Anda entra, dice. 


ÁLBUM DE FAMILIA (2009)

He pasado varias veces por delante del puesto de la librería que está a la altura de la Aduana, pero no me he parado hasta ahora que he visto hueco. Ahí está. En una esquinita. Lo veo. Es nuestro libro: álbum de familia. Sobresale debajo de Los pilares de la tierra. Lo cojo y lo pongo encima, para que se vea bien.  Le pregunto al librero cuánto cuesta, aunque ya sé el precio. Tres euros, dice. Me parece barato para tanto esfuerzo y tantas ilusiones concentradas dentro. Lo suelto donde estaba y observo la portada. Un poquito de nosotros está ahí. Detengo la mirada en la fotografía de mi padre. Está vestido de militar y lee una carta que le ha escrito a un compañero de la mili. Mi padre, al que no le gusta leer y que tantas veces me trajo a la Feria del libro, ahora está en la portada de uno de ellos. Y yo, oculta entre las letras de un relato. Fotografío el libro. El puesto. El librero. Cuando me alejo del puesto me doy la vuelta y observo. Alguien ha sentido su llamada. ¡Yo, yo, yo! Y uno de nuestros ejemplares se marcha a casa de un lector desconocido. Con estos pensamientos me pierdo entre los ríos de gente y al pararme en los distintos puestos me doy cuenta de que observo a los libros de otra manera, y que de repente,  su precio me parece irrisorio.


HACERSE EL MUERTO Y EL PRINCIPITO (2012)

Mucho cuidado con los cuentistas, advierte Andrés Neuman desde el Quiosco de la Música, en pleno Paseo del Salón. Leer multiplica nuestro tiempo, lo fabrica de nuevo para nosotros. Nos permite ir y venir, rebobinar y adelantar nuestra memoria, ser este y ser el otro sin siquiera movernos de la butaca o del asiento del autobús. Después de oír el pregón que da apertura a la Feria del libro de Granada me acerco al primero de los puestos. Un librero, que dice ser del Perú, reclama mi atención ofreciéndome un libro que dice saber que no rechazaré. Me intriga. Los libros que vende son diminutos. Caben en la palma de la mano y asegura que el tamaño no ha hecho que una sola coma se quede fuera de él. Lo hojeo y decido quedármelo. Una joya como El Principito no se puede rechazar así como así. Cuando llego a la caseta donde Andrés Neuman firma ejemplares de su libro Hacerse el muerto, me pongo en cola para despedirme antes de volver a Málaga. Andrés me invita a quedarme. Me hace hueco en la mesa, pide una silla y un refresco y me siento a su lado. Todos los que se acercan a por su dedicatoria me saludan como si me conocieran. Es extraño estar al otro lado, pero me gusta. Miro a Andrés. Nos sonreímos. 



(…) 2013 / 2014.

La gente pasea por el Palmeral de Las Sorpresas. Año 2013, ó 2014, qué más da. Se acercan a las casetas y, de la misma manera, se alejan y continúan su paseo. La mayoría no escucha la llamada de los libros. Tal vez sea el rumor del mar en calma, pienso. Si es que es capaz de rumorear el mar cuando está quieto. 


Esta entrada fue publicada por mí en el blog de Punto y seguido el 09 de Mayo de 2014. Si queréis leer otras de mis entradas en dicho blog en el que participo asiduamente, pinchad en el siguiente enlace: PINCHA AQUÍ



I.M.G.


domingo, 5 de enero de 2014

Cabalgata de Reyes - Cabalgata para niños

Para hablar de lo que acontece hoy, he de remitirme a los dolorosos hechos que ocurrieron en la Cabalgata de Reyes de Málaga el pasado año: Un chiquillo de apenas seis años falleció por un atropello de una de las carrozas al ir a coger caramelos de la suerte. Un accidente mortal. Una absoluta y desgraciada tragedia que jamás se olvidará en esta ciudad. Yo estaba muy cerca, con mis sobrinos, que rozaban su edad… recordarlo me pone los vellos de punta. La cabalgata prosiguió su recorrido, y las carrozas, los pajes, los Reyes, siguieron lanzando caramelos a otros tantos miles de niños ilusionados. 

Ha pasado un año, pero nadie ha olvidado. ¿Cómo olvidar algo así? 

Para que un accidente de este tipo no vuelva a ocurrir, aseguran desde nuestro Ayuntamiento que se han tomado las medidas de seguridad necesarias. Además, se ha cambiado el recorrido de la Cabalgata del día 5 y por primera vez en años, no pasará por la parte más céntrica de la ciudad para hacerlo por calles circundantes, que también se consideran céntricas, pero que son más anchas. 

Todo lo que sea seguridad bienvenido sea. Pero, la decisión de la seguridad no ha afectado sólo al recorrido o a la nueva recubierta de poliuretano de las carrozas, no, ha afectado a las cabalgatas de los distintos distritos de Málaga. No es que hubiera mucho presupuesto antes para estas cabalgatas de barrio, pero este año ha sido lastimoso y ha rozado lo cutre, al menos en mi distrito. Pero aún así he aprendido algo esta tarde, y eso me lo han enseñado los niños, que no dejan de darnos lecciones. 




Os cuento:

Se ha prohibido cualquier tipo de carroza que no cumpla con las nuevas normativas de seguridad, por lo que las cabalgatas de los barrios, cuyos gastos son sufragados por los comerciantes y vecinos, se han quedado en pasacalles. ¿Qué son pasacalles? preguntaba una señora a otra. Pues que no hay carrozas, ni coches, ni carros, ni ná. Pos vaya. Eso, el Alcalde. ¿Qué, mamá? El Alcalde, niño, que no quiere que los Reyes vayan en carrozas como toda la vida de Dios. ¿Vienen en camellos, mami? No, hijo, andando. ¿Desde Oriente? Desde Oriente. Pues al Alcalde le van a traer carbón negro. Di que sí, hijo. Di que sí. Tira p´alante que no llegamos. 

Yo no sé si el Ayuntamiento ha dado dinero a los distritos. No vengo a juzgar eso. En verdad no vengo a juzgar nada, aunque la miseria de la cabalgata que he visto hoy, no la había visto en mi vida. He visto cosas cutres, pero lo de esta tarde cruzaba lo ridículo, sin embargo, y es lo que he venido a contar en realidad, los niños disfrutaban como si fuese la cabalgata más hermosa que jamás hubiesen visto. Ellos no se fijaban en que unos hombres disfrazados de ángeles empujaban un carrito del Mercadona forrado con tela y que de ahí cogían los caramelos y los lanzaban, ni que la música procediera de un altavoz cascado que viajaba sobre un armazón de madera que portaban entre otros tres, ni que las bailarinas fuesen niñas disfrazadas de Olivia Newton John en You´re the one that I want, y que en lugar de bailar fuesen charlando unas con otras, o que no hubiese carrozas, confeti, cabezudos, coches de colores, fanfarrias, o que, ¡OJO!: los Reyes fuesen andando bajo unas carpas y que incluso a veces ni siquiera fuesen debajo de ellas porque quienes la portaban, (andando), fuesen más rápidos que ellos. Un absoluto desastre. 






Pero sólo a la vista de los mayores, sólo nosotros estábamos viendo eso. ¡Qué increíble!

Me he acordado del libro El Principito. Las personas mayores vemos sombreros en lugar de serpientes boas que digieren elefantes. Hoy he constatado que es así. Y que me he hecho mayor. (Ya era hora, a mis cuarenta). Los mayores, pues me meto en el saco, nos reíamos. Hacíamos fotos. Nos quejábamos de la vergüenza que supone una cabalgata así y algunos decían: es que no hay derecho, los chiquillos no se merecen esto. 



¿Los chiquillos?

Miré a mis cuatro sobrinos. Sus bolsas, de las grandes, repletas de caramelos, más que nunca quizá. Sus sonrisas y miradas eran de pura felicidad y entusiasmo. Saltaban. Reían. Se agachaban a coger otro caramelo, y otro, y otro, y otro... Y, lo mejor de todo, habían visto a los Reyes de cerca, incluso los habían tocado, porque iban andando, y podían darles la mano. Gaspar me ha dado caramelos. Le he dicho que no se olvide del Scalextric. Mira Melchor, hola Melchor. (Eso sí, se han dado cuenta de que Baltasar era pintado, cosas de la cercanía de miras). 



Desde aquí quiero agradecer pues, el entusiasmo y las ganas que han puesto todas y cada una de las personas que han colaborado en la cabalgata del distrito Bailén-Miraflores de Málaga, por hacer sonreír, y hacer felices a mis sobrinos y a todos los niños del barrio. Porque a pesar de los recortes y de las exigencias y de la seguridad, se han reinventado, no se han rendido y han decidido salir a la calle para seguir cumpliendo lo que año tras año esperan todos los niños: Su cabalgata, coger decenas de caramelos de la suerte, y ver a sus Reyes Magos de cerca. 



Divertirse. Emocionarse. Coger caramelos. Decenas. 

Y todo eso ha sido cumplido. Gracias por el esfuerzo, y ojalá que el año que viene contéis con mayor presupuesto para devolverle la categoría perdida, (a los ojos de nosotros los mayores), a esta cabalgata de barrio que pase lo que pase, espero que no deje nunca de salir, ni de hacer felices a los niños. ¡Hasta el año que viene! 





Tita Isa. 





miércoles, 1 de enero de 2014

Todas esas huellas


Caminamos, dejamos todas esas huellas sobre la arena, 
y ahí se quedan, precisas, ordenadas. 


Pero mañana, cuando te levantes, al mirar esta enorme playa no habrá ya nada, 
ni una huella, ni una señal cualquiera, nada. 
El mar borra por la noche. 
La marea esconde. 


Es como si no hubiera pasado nunca nadie.
Es como si no hubiéramos existido nunca. 
Si hay un lugar en el mundo en el que puedes pensar que no eres nada, 
ese lugar está aquí.
Ya no es tierra, todavía no es mar.
no es vida falsa, no es vida verdadera.
Es tiempo.
Tiempo que pasa. 
Y basta. 



Océano, mar
Alessandro Baricco.



Sin explicar nada, sin decirte adónde, habrá siempre un mar que te llamará.


¡Feliz 2014!

I.M.G.